Obsesiones, Pensamientos Intrusos, rumiaciones,...

Según la definición del diccionario español de la lengua (2015), cuando hablamos de obsesiones hacemos referencia a un conjunto de ideas que rondan nuestra cabeza de una manera persistente, recurrente y con cierto grado de malestar aparejado a su presencia.

Casi todos, en mayor o menor grado, experimentamos determinados pensamientos que aparecen de manera automática y repetitiva sin ofrecer ninguna utilidad práctica. Se puede decir que es una manera de pensar que nos hacer malgastar mucho tiempo y energía y que, además, está asociada a diferentes emociones no agradables como el miedo, la preocupación o la culpa. Por suerte, no todos estos pensamientos pueden ser considerados obsesiones y en su mayoría podemos catalogarlos como pensamientos intrusos,  pensamientos negativos repetitivos o rumiaciones. 

Los pensamientos intrusos, según Morillo et al. (2003),  son considerados una variante no clínica de las obsesiones y se diferencian de estas en tres aspectos esenciales: la frecuencia de aparición es menor, la valoración que la persona hace no es catastrófica y ante estos no existe una necesidad imperiosa de control o supresión. 

Respecto a los conocidos como pensamientos negativos repetitivos o rumiaciones, la consideración de estos como fenómenos similares o diferentes varía de unos estudios a otros.  Sin embargo, sí parece existir cierto consenso en que se trata de realidades bastante similares y diferentes de las obsesiones. Para Enhring y Watkins (2008), estas vendrían a ser definidas como un proceso de pensamiento repetitivo, relativamente incontrolable o pasivo y centrado en contenidos negativos. Al igual que lo dicho para los pensamientos intrusos, estos muestran diferencias con las obsesiones, siendo las más destacadas la reiteración, duración, emociones y evaluaciones asociadas.

Al comparar lo descrito para pensamientos intrusos, pensamientos negativos repetitivos y rumiaciones se puede observar una enorme similitud en todas las definiciones, lo que hace que se puedan entender como algo similar. Además, todas comparten el diferenciarse de las obsesiones y, aunque menos graves y más comunes que estas últimas, siguiendo a los autores señalados en el párrafo anterior, también coinciden en ser señaladas como básicas en la aparición de problemas como la depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, ilusiones persecutorias, bulimia y abuso de alcohol.

En cuanto a las obsesiones, el principal trastorno asociado a este tipo de pensamientos descrito por el manual de diagnóstico psiquiátrico DSM5  es el Trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Este, según esta publicación,  se caracteriza por la presencia de obsesiones y el intento de controlarlas por medio de las denominadas compulsiones, las cuales son  definidas estas como “comportamientos (p. ej., lavarse las manos, ordenar, comprobar las cosas) o actos mentales (p. ej., rezar, contar, repetir palabras en silencio) repetitivos que el sujeto realiza como respuesta a una obsesión o de acuerdo con reglas que ha de aplicar de manera rígida” (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013, p. 145).

Este trastorno, en la actualidad es situado junto a otros trastornos, entre los que destacan el trastorno dismórfico corporal, el trastorno de acumulación, la tricotilomanía y el trastorno de escoriación. Sin embargo, en versiones anteriores del DSM, se clasificaba dentro de los trastornos de ansiedad. Al respecto, grandes especialistas en psicopatología como Barlow y Durand (2003) señalan que se trata la forma más devastadora en la que estos pueden presentarse.

Según García (2008), tanto los pensamientos intrusos como las obsesiones pueden clasificarse según su contenido sea agresivo;  sexual, religioso repugnante, existencial y relacionado con conductas socialmente inadecuadas; referente a la simetría y el orden; relacionado con dudas y necesidad de comprobar; sobre limpieza y contaminación y, por último, referente a la superstición. Abundando con mayor frecuencia los de dudas y necesidad de comprobar en aquellos casos no clínicos y de contenido agresivo y de contaminación en aquellos que sufren de TOC.

En cuanto a la prevalencia de los pensamientos intrusos, la mayor parte de investigaciones constatan que, entre un 80% y 90% de las personas, padecen estos de forma más o menos ocasional (Morillo et al., 2003). Sin embargo, en cuanto al TOC, Jiménez (2014) señala diferentes estudios en los que la prevalencia en población psiquiátrica varía entre el 1% y el 4%. Por su parte, un estudio de Canals, Hernández-Martínez,  Voltas,  y Cosi (2013) encuentra una prevalencia del 1.8 % de TOC clínico y del 5.5% en su variante sub-clínica en una muestra de escolares españoles.


Lista de referencias.

 

Barlow, D y Durand, M. (2003). Psicopatología. Madrid. Thomson.
Canals, J., Hernández-Martínez, C., Voltas, N. y Cosi S. (2013). Socio-demographic and psychopathological risk factors in obsessive-compulsive disorder:

Enhring, T. & Watkins, E.R. (2008). Repetitive Negative Thinking as a Transdiagnostic Process. International Journal of Cognitive Therapy, 1(3), 192–205.

Epidemiologic study of school population. International Journal of Clinical and Health Psychology, 13, 118-126.
García, G. (2008). Pensamientos Intrusos Obsesivos Y Obsesiones clínicas: Contenidos Y Significado Personal. Valencia. Universidad de valencia.
Jimenez, S. (2004). Trastorno obsesivo-compulsivo y trastornos de la alimentación: estudio comparativo de casos. Tesis de doctorado no publicada. Barcelona. Universidad Autónoma De Barcelona.
Morillo, C.,  Giménez, A., Belloch, A., Lucero, M., Carrió, C y Cabedo, E. (2003). Pensamientos Intrusos En Obsesivos Subclinicos: Contenidos, Valoraciones, y Estrategias De Control. Revista de Psicopatologia y Psicología Clínica.  8 (1). 23-38
Real academia española  (2015). Diccionario de lengua española. Recuperado de http://dle.rae.es/?id=Qp4ig6r