Hoy día, la búsqueda de la felicidad se ha convertido en algo parecido a una exigencia para la mayoría de las personas. Esto ya no solo es deseable, sino que se podría decirse que en nuestros días lo solemos vivir como una cuestión de obligado cumplimiento.
Los mensajes que recibimos de los diferentes medios de información y comunicación nos venden estilos de vida que asociamos a ideas como las de plenitud, bienestar o desarrollo. Son muchos los textos, imágenes y locuciones que nos hablan de cómo llegar a ello, pero no siempre es fácil discernir entre lo que es útil y lo que puede ser incluso perjudicial.
Si echamos un vistazo general, podremos percibir que mucho de lo que recibimos llega a ser contradictorio. Así, por un lado, se nos dice, de manera más o menos directa, que para encontrar nuestra satisfacción debemos de sumar bienes y experiencias: viajes, vehículos, electrodomésticos, … Pero, a la vez, nos indican que eso no tiene nada que ver con lo buscado y que son otras cuestiones mucho menos tangibles a las que debemos aspirar: desarrollo profesional, relaciones humanas, crecimiento espiritual, …
A continuación, ofrezco ocho consejos que pueden ayudar a acercarnos con mayor claridad a la gran empresa que supone la búsqueda de la ansiada felicidad. Seguro que son muchos más los que podrían ser dados, pero, sin duda, ninguno de los mostrados sobra y todos los presentes son de gran utilidad.
1º. No es buena idea centrar nuestra vida en la búsqueda del placer inmediato, pues todo lo que tiene ver con esto es efímero. Las sensaciones que vienen desde
aquí, aunque intensas, están condenadas a desaparecer al poco tiempo de acabar la actividad placentera o de adquirir el producto en principio deseado. Esto hace que, poner demasiada energía,
tiempo y dinero en esto, se convierta en una carrera hacia ningún lado. Sería entrar en una vorágine por consumir en la que cada vez se necesita más para encontrar menos satisfacción durante
menos tiempo.
2º. El desarrollo de nuestras partes más humanas debería tener un espacio privilegiado. Se trata de vivir conforme a unos valores personales en línea con el equilibrio, la mejora
continua y la conexión con la vida, con los otros y, en general, con el mundo.
3º. A veces buscamos algo que no es tan fácil encontrar, ya que, el bienestar más estable, el que no se centra en lo inmediato, es percibido más por su ausencia que por su
presencia. Ante esto, no siempre pongas tu atención en lo que percibes que tienes, ve más allá e intenta ser consciente de lo que tienes, pero podrías no tener.
4º. Abandona la idea de que se puede experimentar un estado de bienestar completo de manera permanente. Lo que se vive en modo eufórico está condenado a volatilizarse
rápidamente, mientras que lo que sí permanece, lo más continuo, es mucho más tenue.
5º. Pensar que podemos generar la felicidad, alegría, sensación de bienestar, etc. de manera voluntaria y que, de no hacerlo, es porque no ponemos todo nuestro empeño o no
sabemos hacerlo, es un error. Nosotros tenemos la capacidad de gestar acciones que creemos que pueden facilitarlo, pero no existe un control directo sobre ello. El interpretar
que eso debe ser así, puede llegar a generar un malestar derivado de la propia frustración.
6º. Las personas tenemos una gran responsabilidad en acercarnos a una vida virtuosa, en la que lo que predomine sean relaciones y proyectos de largo plazo
basadas en lo que creemos justo y equilibrado. Esta es la vía del bienestar más estable y sobre la que debería sostenerse todo lo demás.
7º. No deberíamos pensar en esta idea de felicidad como algo simple. Sería más útil entenderla como un conjunto de emociones complejas que forman unas parte de otras y se
relacionan entre sí. Aquí podríamos hablar de paz interior, realización personal, sensación de vivir de manera coherente, etc.
8º. Todo lo dicho nos llevaría a un último consejo, el que dice que nuestra energía debería enfocarse mayoritariamente a la búsqueda del bienestar más estable, pero sin
desechar el efímero. El centrado en comer, comprar, consumir, etc. aunque no sea una buena guía, aunque no prioritario, sí es indispensable en su papel complementario. En su justa
medida, proporciona la energía necesaria, el estímulo, el refuerzo, ... para que el más estable pueda seguir desarrollándose.
Todas las sugerencias dadas se basan en la existencia de dos caminos importantes, pero no con igual valor. Uno de ellos, inclinado al consumo inmediato y dirigido hacia lo intenso, pero volátil. El otro, guiado por la responsabilidad personal, académica y profesional, y encaminado a lo vivido de manera más suave, pero mucho más estable. Como se indica, realmente los dos tienen su espacio y ninguno debe ser desechado, pero sí debemos darle a cada uno el peso que merece.
Autor: Juan Antonio Alonso
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