Si llevas tu memoria a tiempos pasados, si usas esta para explorar lo que has vivido hasta ahora, seguramente encontrarás episodios duros, momentos en los que las emociones y los pensamientos negativos invadieron casi toda tu existencia; tiempos en los que el pesimismo se adueño de todo lo que eras en ese momento. Aun con esto, es altamente probable que al evocar lo acontecido no solo aparezcan hechos concretos dolorosos y etapas vitales amargas, sino que también hallarás otros en los que el estado anímico imperante fue bien diferente, donde lo experimentado se situó en una zona neutra de escaso sentir o en el lugar donde habita la alegría, la esperanza y la ilusión.
A veces es complicado ser conscientes de que por lo que estamos pasando no es algo fijo e inamovible. Cuesta ver que las cosas pueden ir mejor cuando estas van muy mal. Tomar distancia de lo que se está padeciendo y entenderlo de un modo más amplio, no como algo concreto que nos define y que parece que lo hará eternamente, no es siempre tarea sencilla, pero sí es algo que forma parte de las habilidades mentales necesarias que nos ayudan a estar en este mundo de una manera más sana.
El no desarrollar el hábito de ver la vida, de modo general, y nuestra vida, en modo más restringido, como un proceso lleno de cambios, puede llevarnos a que nuestra existencia sea apresada por lo inmediato. El apremio de lo que sucede en el ahora suele actuar como una fuerza que nos maneja como a una marioneta, pues los sentimientos intensos y los pensamientos ausentes o nebulosos son guías con miras muy estrechas. En otras palabras, el ya, cuando no es sosegado, nos conduce a reaccionar como lo hacen aquellas criaturas que están bajo las garras de un depredador dispuesto a devorarlas, nos empuja a buscar soluciones urgentes o a paralizarnos, a no tener en cuenta todo lo que se debe de tener y, además, a sufrir más de lo que se debe de sufrir.
Al hacer el ejercicio de separarnos de lo que estamos viviendo y percibirlo como parte de nuestra historia, plagada esta de situaciones en las que caímos, para después levantarnos y seguir caminando, entendemos lo que ocurre de un modo más completo y real, ganamos mayor claridad y capacidad, alcanzamos ventajas muy valiosas.
Algo que aporta esta perspectiva más amplia de la situación tiene que ver con una cuestión muy práctica, la que nos habla de la posibilidad de obtener más información, de más calidad, de un valor nutritivo mayor para los diferentes razonamientos que tienen que digerir a esta para así llegar a las diversas tomas de decisiones de nuestro acontecer diario. Pero también hay claros beneficios en lo que tiene que ver con la fe, la esperanza y la ilusión; pues saber que fuimos capaces de salir de situaciones complicadas nos hace tomar conciencia de que tenemos la fuerza necesaria para volver a hacerlo.
En definitiva, entender a los momentos de nuestra vida como una imagen fija y estable solo nos da eso, una pequeña porción de la realidad, un enfoque limitado que hace que actuar de una manera que nos conduzca por el camino de la estabilidad y el desarrollo sea altamente difícil. Sin embargo, entender a esto como parte de un largo viaje, como una concatenación de crestas y valles, donde las etapas de oscuridad dan paso a las de penumbra y estas a las de luz, nos permite ser más capaces de manejar nuestras circunstancias internas y externas de una manera más funcional y eficaz que si nos quedamos en el sello del ahora.
Autor: Juan Antonio Alonso
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