En el ser humano existen muchas situaciones en las que la contradicción en el comportamiento es algo que sobresale y que, a menudo, nos hace difícil definir o dar sentido a la manera de hacer, sentir y pensar. Esto no solo suele observarse en momentos o circunstancias concretas, sino que, en algunos casos, estas formas de actuación son tan frecuentes que puede decirse que están arraigadas en la personalidad del que las lleva a cabo. De entre los perfiles de esta última, existe uno no excesivamente difícil de encontrar, que cumple las formas de actuar opuestas descritas y que aquí se quiere destacar. En concreto, hablamos de la persona sumisa y atenta en exceso con quien la manipula, mientras que descuidada y negligente con los que realmente velan por su bienestar.
Las personas dependientes se vuelcan en el otro con el fin de lograr sentirse queridos. Cuando esto es adquirido de una manera equilibrada, cuando no se les somete a un complejo sistema de normas que deben ser cumplidas para poder alcanzar el amor anhelado, estas no tienen por qué tener dificultades en dar su atención a aquellos de su entorno que les ofrecen su afecto. Digamos que, en un estado afectivo normal, son personas que no necesitan de la manipulación, que empatizan y, consecuentemente, se ofrecen al otro. Pero, sin embargo, cuando se involucran con el manipulador la cosa se torna mucho más complicada. Estos últimos van a exigir una serie de esfuerzos que, por muy grandes que estos sean, nunca les parecerán suficientes y, por supuesto, casi nunca ofrecerán recompensa al que los hace. Así, la persona sumisa, movido por la falsa creencia de que todo lo que hace alguna vez será recompensado con el ansiado premio de amor, respeto y cuidados, ofrecerá toda su energía al tirano, lo que dejarán muy poca para los demás, independientemente de que esos otros sean los que realmente ofrecen lo que ella busca del que nunca se lo dará.
Autor: Juan Antonio Alonso.