Los roces derivados de la convivencia, más o menos estrecha, son algo más que común en la mayoría de las relaciones de pareja. Tanto en aquellas en las que ambos miembros viven en el mismo hogar, como en las que estos lo hacen en diferentes viviendas, casi en todos los casos en los que existe un contacto regular suelen aparecer desavenencias entre sus componentes a la hora de enfrentar determinados escenarios cotidianos: reparto de tareas del hogar, distribución del tiempo dedicado a actividades de pareja en proporción a las individuales, hábitos relativos al orden y la higiene, etc.
Las situaciones descritas son, en apariencia, de poca importancia; siendo difícil ver en ellas algo que pueda conducir a una erosión de cierta gravedad para una relación estable. Sin embargo, la realidad es que en muchas ocasiones esto sí es así y el deterioro que provocan estas dificultades conduce a la desmejora significativa de las relaciones e incluso a la ruptura de estas. Ante dicha realidad, parece interesante reflexionar sobre el porqué de que esto sea así, sobre qué es lo que hace unas conductas aparentemente inocuas lleguen a resultar tan molestas como para convertir lo que en un principio resultó ser fuente de bienestar, una relación sentimental fructuosa, en un erial que sólo produce desencanto y desilusión.
Cuando dos personas se unen en pareja es obvio pensar que lo normal es que estas no coincidan totalmente en su forma de actuar; siendo esto aplicable a cuestiones personales que no afectan al otro y también a otras que, de un amanera u otra, sí afectan y que, por tanto, tienen el potencial de perjudicar a la relación. Estas diferencias habituales no influyen a todas las relaciones por igual; así, mientras algunas las resuelven de manera sencilla y las utilizan como vía de mejora, para otras llegan a convertirse en dificultades que conducen a la ruptura o a un grado de insatisfacción importante. Así, parece lógico concluir que el que esto se convierta en una dificultad de gravedad no viene tanto por las situaciones problemáticas en sí, sino, más bien, por la manera en las que son resueltas.
En algunas parejas los pequeños problemas derivados de las diferencias individuales sirven para que ambos miembros modifiquen aquellas maneras de actuar que pueden perjudicar al otro y, de esa manera, estos acomoden costumbres y formas de hacer; sirviendo esto para generar una mejora progresiva en lo relativo a aquellas cuestiones que atañen a la relación. Sin embargo, en otros casos esto no es así y lo que ocurre es que uno, o ambos integrantes, no toma, o no toman, determinadas cuestiones con el suficiente interés que el otro considera necesario. En otras palabras, llega un momento que la circunstancia que perjudica a la relación no son los hechos en los que existe poco entendimiento, sino la falta de atención percibida por parte del compañero.
Imaginemos, por ejemplo, una situación en la que un miembro le pide al otro en repetidas ocasiones que no deje los zapatos en el baño porque huelen mal y dicho olor le resulta muy incómodo y, el otro, sistemáticamente ignora la petición durante años. Esto podría ser interpretado como despiste, un simple mal hábito o, como probablemente ocurre cuando la cuestión adquiere dimensiones de problema en la pareja, como una falta de interés por una cuestión que para uno de ellos es muy importante y que, con un poco de esfuerzo, podría ser resuelta fácilmente.
Al hablar de los valores básicos que deben estar presentes en los componentes de una pareja para que esta funcione, sin duda, la atención a las necesidades, anhelos, problemas, miedos, inquietudes,… del otro, es esencial. La cual, cuando es aplicada de manera recíproca, funciona como base sobre la que se asientan otros elementos clave como la manera de entender la sociedad y la pareja, la afectividad, el respeto a las diferencias, la sexualidad, etc. Sirviendo, por tanto, como fundamento para la construcción de una relación que pueda llegar a tener el potencial necesario para aportar bienestar a sus miembros. Así, cuando a lo largo del tiempo un integrante de la pareja, o ambos, interpreta que el otro no tiene interés en hacer determinados pequeños esfuerzos por cuestiones que a él, o a ella, le molestan y dañan mucho, lo que en apariencia es algo trivial, puede encerrar un defecto fundamental en los cimientos de la relación.
Autor: Juan Antonio Alonso
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