Uno de los objetivos fundamentales de la psicología es el estudio de la felicidad y el bienestar de los seres humanos y, aunque a lo largo del desarrollo de esta ciencia su atención se ha dirigido fundamentalmente al estudio y tratamiento de los diferentes trastornos y problemáticas, en las últimas décadas su interés por el estudio de las variables que permiten que las personas puedan vivir una vida realmente satisfactoria ha aumentado progresivamente de manera considerable.
Una de las corrientes psicológicas que más empeño ha demostrado en el intento por lograr la meta señalada es la conocida como Psicología Positiva, proponiéndose desde esta diferentes modelos que definen con exactitud los elementos clave que determinan que las personas puedan llevar realmente una vida en la que se sientan bien. Entre estos, uno de los que mejor aceptación tienen entre la comunidad científica es el conocido como PERMA. Este describe cinco factores esenciales que conducen a la personas a vivir en un estado de real bienestar, integrando algunos que señalan la importancia de los aspectos más hedónicos o ligados al placer inmediato con otros más cercanos al desarrollo de características deseables que suelen definirse como fortalezas de carácter y agruparse bajo la etiqueta de virtudes (Seligman, 2011).
Otro paradigma que, bajo sus preceptos, describe la manera en la qué alcanzar el bienestar o felicidad, es la Terapia de Conducta y, dentro de esta, es especialmente relevante la manera en la qué lo hacen las que se agrupan dentro de lo que se conoce como Tercera Generación o Tercera Ola. A su vez, de este grupo, sobresale, por ser la más extendida y considerada por la mayoría de profesionales como la más completa, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Esta señala la flexibilidad psicológica como esencial para poder alcanzar una vida que realmente sea merecedora de ser vivida; indicando, a través del modelo conocido como Hexaflex, los factores clave para alcanzar esta. De modo muy resumido, este se enfoca en indicar la necesidad de desarrollar ciertas habilidades denominadas aceptación, defusión, atención al momento presente, contacto con el yo como contexto, identificación de valores y compromiso con la acción (Hayes, Strosahl y Wilson, 2014).
Ambos enfoques, lo cuales suelen investigar y publicar de modo independiente, presentan muchas similitudes y, aunque no es muy usual su síntesis, algunos autores como Ciarrochi, Kashdan y Harris (2013) han realizado esta interesante labor. Para estos, estas dos formas de estudiar y trabajar el tema del bienestar humano se complementan perfectamente y, además, remarcan la idea de que sería de mucha utilidad que ambas se esforzasen en llevar a cabo una labor más activa de consenso que permitiese el uso de un lenguaje común que pudiese aportar a los profesionales y público en general un entendimiento más extenso y útil de una manera mucho más sencilla y asequible.
Los autores señalados describen 7 fundamentos o principios sobre los que pueden unificarse los aspectos esenciales en los que coinciden ambas formas de enfrentar el estudio y búsqueda del bienestar y sobre los que se podría establecer un cierto acuerdo a la hora de ser considerados como los factores clave a la hora de alcanzar el tan perseguido bienestar.
El primer fundamento señalado son las creencias que las personas tienen sobre sí mismas, los otros y el mundo. Estas influyen enormemente en la forma en la que los humanos se relacionan con el mundo y ambos enfoques las tienen en cuenta, aunque de manera algo diferente. La Psicología Positiva hace más hincapié en la modificación de las creencias negativas y la promoción de creencias positivas; ACT, por su parte, defiende la identificación de aquellas no útiles para usar la estrategia conocida defusión y, de esa manera, ayudar a que la persona que se relaciona con esas creencias lo haga tratando a estos como simples pensamientos que pueden dejarse pasar sin actuar ante ellos.
Un segundo principio es la conocida como Conciencia Plena o Mindfulness, que puede ser definida como la capacidad de tener conciencia sobre lo que ocurre en el momento presente de un modo receptivo y abierto; en otras palabras, sin usar juicios y con un grado de acercamiento a la experiencia que implique curiosidad y se aleje de la evitación de aquellas experiencias consideradas como desagradables. Esta capacidad es asumida como esencial para alcanzar determinadas habilidades saludables por la Psicología Positiva, en forma de ayuda para modificar los estados emocionales negativos e incrementar los positivos; mientras, que en caso de ACT, esta es vista como instrumento para que la persona sea consciente de sus valores, se involucre y se comprometa en acciones que están en consonancia con estos y que se centre en el aquí y ahora.
La toma de perspectiva conforma el tercer fundamento. Esta puede entenderse como la aptitud que permite a las personas ser capaces de de adquirir conciencia del fluir de la propia experiencia sin involucrarse en ella o, en otras palabras, sin estar fusionarse con esta. Aquí, los dos enfoques le han ofrecido una atención muy desigual; mientras la Psicología Positiva no habla de esta de forma específica y la deja entrever en su definición de algunas fortalezas psicológicas, ACT le ofrece un espacio privilegiado bajo el nombre del contacto con el yo como contexto.
Un cuarto principio son los valores, los cuales pueden ser definidos de diferentes maneras. Así, ACT los interpreta como cualidades globalmente deseadas de las acciones que las personas ponen en curso; en otras palabras, podrían entenderse como la manera en la que a las personas le gusta comportarse a la hora de hacer aquellas cosas importantes en sus vidas. La Psicología Positiva, por su parte, nos habla más de objetivos globales o filosofía de vida. Pudiéndose unir la visión de ambas posturas en el concepto de propósito en la vida, el cual se acerca mucho al concepto de valores. Este, útil desde ambas formas acercarse a la cuestión, hace referencia a aquel tema esencial en la vida de las personas que les proporciona un marco claro sobre el cual orientar sus vidas y enfocar sus esfuerzos y el cual nunca puede obtenerse totalmente; siendo, por tanto, una dirección y no un destino.
La aceptación experiencial es el quinto principio y esta nos habla de permitir que las experiencias privadas como pensamientos, emociones y recuerdos, sean enfrentadas sin la búsqueda de la evitación o desecho de aquellas desagradables. Siendo aquí esencial asociar el concepto de aceptación a la idea de “estar dispuestos”; entendida esta última como una orientación o actitud que conlleve el permitir que las experiencias privadas dolorosas estén presentes en la vida cuando esto sea necesario para actuar conforme a los valores personales. En esta cuestión, la Psicología Positiva y ACT difieren en la manera de acercarse al concepto. Así, la primera la interpreta como regulación emocional efectiva y la segunda, huyendo de esta idea que denota intento de control de las experiencias no deseadas, remarca la necesidad de aceptar las emociones y pensamientos desagradables sin intentar regularlos y sí modificar la actitud y conducta de la persona ante estos de manera que se oriente a seguir el camino marcado por los valores; lo cual enlaza con el siguiente pilar del bienestar que se describe a continuación.
El control conductual es el sexto de los fundamentos que identifican los autores como claves del bienestar e indica la capacidad para regular la conducta de manera que sea consistente con la dirección valiosa para la persona. La Psicología Positiva nos habla de perseverancia, autocontrol o fuerza de voluntad, ACT de compromiso: conceptos todos muy cercanos s y con utilidad bastante similar.
El último fundamento son las habilidades cognitivas o funciones intelectuales como el razonamiento, competencia en resolución de problemas y el control atencional. En este punto, ambos enfoques, ACT y Psicología Positiva, coinciden en señalar a estas partes de la cognición como el sustento de las demás.
Por lo descrito, aunque los dos enfoques nombrados a lo largo de este artículo tienen algunas diferencias a la hora de interpretar la forma correcta de desarrollar estos siete fundamentos o principios, coinciden en gran parte en la importancia que dan a estos; teniendo total unanimidad entendiendo que para que las personas logren vivir con un real bienestar es necesario que persigan la mejora de las capacidades descritas en las diferentes formas que esto pueda ser hecho y que, por el contrario, el deterioro de estas conllevará un vida desdichada y carente de sentido.
Lista de referencias.
Ciarrochi, J. Kashdan, T. & Harris, R. (2013). The Foundations Of Flourishing. In: Kashdan, T. & Carrochi, J. ed. Mindfulness, Acceptance, And Positive Psychology. The Seven Foundations Of Well-Being. Oakland: New Harbinger Publications.
Hayes, S. Strosahl, K y Wilson, K. (2014). Terapia De Aceptación Y Compromiso. Proceso Y Práctica Del Cambio Consciente (Mindfulness). Bilbao. Desclée De Brouwer.
Seligman, M. E. (2011). Flourish: A visionary new understanding of happiness and wellbeing. New York, NY, USA: Free Press.
Autor: Juan Antonio Alonso
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