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SOMOS INDIVIDUOS, SOMOS GRUPO.

Todo ser humano vive y se relaciona con los de su misma especie. De una manera u otra, todos participamos y somos parte de grupos de personas: la familia en la que nos hemos criado, la que hemos formado, los habitantes de la nación en la que vivimos,  los del pueblo en el que nos criemos, los seguidores de  nuestro equipo deportivo favorito,  los amantes de nuestra afición más querida, etc. La importancia y la conciencia de que estos es así que tiene cada uno puede ser mayor o menor, puede ser buscada o evitada; pero, sin duda, es una realidad en la que cualquiera se siente envuelto y a la que le resulta imposible renunciar.

Para Minuchin (2004) el individuo no solo está conformado por sus propios elementos personales, sino que también incluye las continuas aportaciones de las personas que interactúan con él; ofreciendo este, a la vez, aportaciones a esas mismas personas dentro de un proceso circular en el que todas se influyen mutuamente. Careciendo de sentido, según este, el poder considerar al individuo sin vínculo alguno con el resto de personas.  

Por tanto, por mucho que la persona se esfuerce en lograr una individualidad total, en no ser influido y en no hacer  lo propio con los demás, esta no podrá alcanzar la meta perseguida.  No es posible la existencia de un ser  humano que, aunque sea de manera superficial y lejana, no se vea afectado y este no repercuta de alguna manera en aquellos que conforman los grupos de los que participa y ha participado. Aquí podemos pensar en el ermitaño o ser que se aísla en lugares lejanos o de difícil acceso para vivir en soledad;  sin contactar, ni ser contactado, por ningún otro. Diríase aquí que, ni en caso semejante, sería posible el logro de una total desconexión: por un lado, seguramente este seguiría influyendo a aquellos que lo recuerdan y aún lo tienen en cuenta y, por otro, el recuerdo y la cultura estarán presentes e insertados en sistema mental, quiera o no.

Lo dicho no intenta indicar que la individualidad sea algo que deba ser desechado o que carezca de importancia. Al contrario, el mismo autor señalado considera que,  dentro del contexto de la familia, será esencial la manera en la persona que pertenece a esta conjugue su papel dentro de ella y su propio sentido de persona. Ocurriendo que si, por ejemplo, dentro de la relación de pareja, conformada por ambos cónyuges presente en el interior de cualquier familia, las reglas establecidas son tan rígidas que no permiten que los miembros desarrollen diferentes aspectos de su personalidad en la manera adecuada, tanto la pareja como los individuos perderán vitalidad; convirtiéndose la pareja, de este modo, en gran fuente de insatisfacción y  malestar para ambos integrantes o solo para uno de ellos.

El ser humano, de este modo, parece moverse entre la irremediable realidad de estar unido a aquellos que le rodean y la necesidad de sentirse y desarrollarse como unidad separada. Al respecto, Bowen (citado en Ortiz, 2008) considera que las personas tenemos diferentes grados de diferenciación de nuestro yo, la cual viene dada por la integración  entre una fuerte de cohesión y otra de individuación. En otras palabras, todas las personas tienen una tendencia y necesidad a vivir en comunidad, a cohesionarse con el grupo; pero, a la vez, existe una ineludible propensión a mantener el sentido de individuo frente al grupo. El equilibro entre estas dos realidades proporcionará armonía emocional e intelectual, existiendo una relación directa entre el grado de integración y de angustia que soporta la persona; a mayor integración, menor angustia y viceversa. 

Por tanto, todos hemos de aceptar la realidad de la participación en el grupo; pero también la necesidad de preservar nuestra individualidad. La manera en que podamos conjugar ambas realidades en una manera compensada nos conducirá a una mayor seguridad en nosotros mismos como personas completas y también como integrantes de realidades mayores que igualmente conforman lo que somos.

 

Lista De Referencias.

Minuchin, S. (2004). Técnicas De Terapia Familiar. Buenos Aires. Paidós.

Ortiz, D. (2008). La Terapia Familiar Sistémica. Cuenca-Ecuador. Universidad Politécnica Salesiana.

 

 

Autor: Juan Antonio Alonso

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