LA INCERTICUMBRE CON LA QUE HEMOS DE CONVIVIR.

En física cuántica, el conocido como principio de incertidumbre de heisemberg nos indica que, a un  nivel subatómico,  es imposible conocer la posición y velocidad de una partícula con exactitud y, en su lugar, solo podemos saber la probabilidad de que eso sea así. En otras palabras, este nos indica que en un determinado plano de la realidad, el de las partículas subatómicas, cuestiones básicas como saber dónde se encuentra algo y la rapidez con la que se mueve no puede ser conocido con total seguridad y, por tanto, si queremos entenderlas no nos quedará otra opción que aceptar la incertidumbre que supone el que esto sea así.

En nuestro día a día podríamos aplicar una lógica similar a la manera en la que hemos de enfrentarnos a los resultados de nuestras acciones. Es decir, cuando llevamos a cabo cualquier acción encaminada a alcanzar determinados objetivos, la exactitud de que estos sean alcanzados no será total en la mayor parte de los casos; en otras palabras, si deseamos llevar a cabo predicciones sobre el logro de  ciertas metas o resultados de manera previa a que estos puedan ser percibidos, estas solo podrán ser aproximadas y  abarcar diferentes posibilidades que ofrecerán mayor o menor certeza dependiendo de diferentes circunstancias.

Al respecto, por ejemplo, sabemos que en diferentes ámbitos como el profesional o el académico, si somos diligentes en nuestro trabajo o si estudiamos una gran cantidad de tiempo  con un alto nivel de concentración es muy probable que prosperemos en cualquiera de los dos campos propuestos; permitiéndonos nuestro comportamiento tener una mayor probabilidad de aprobar o de lograr un ascenso que si, por el contrario,  no estudiásemos o no pusiésemos empeño en las diferentes acciones que nos exige nuestro trabajo. Siguiendo con el ejemplo, lo que nosotros hagamos nos hará aumentar la posibilidad de que alcancemos determinados resultados; pero, a la vez, no nos ofrecerá certidumbre total en que esto sea así.  De esta manera, podremos tener seguridad en lo que nosotros estamos haciendo, trabajar o estudiar de determinada manera, pero respecto al resultado de nuestras acciones solo nos quedará incertidumbre; eso sí, sabiendo que el aumento de la probabilidad de que determinados efectos aparezcan dependerá de que unas acciones  u otras sean llevadas a cabo previamente

Si prestamos atención a las situaciones en las que parece que existe una mayor seguridad de que lo que hacemos tenga determinadas consecuencias, estas suelen ser aquellas en las que ambas se dan cercanas en el tiempo y el espacio. Por ejemplo, si agarro un papel con ambas manos y tiro de cada una hacia lados diferentes es muy alta la probabilidad de que rompa la hoja en dos mitades; pero, si lo que intento predecir es algo más complejo como, por ejemplo, conocer si aprobaré  determinado examen tras estudiar un número de horas concreto, esta será mucho menor. Por tanto, ante acciones sencillas que implican poco espacio conductual y cuyo resultado es dado tras un corto periodo temporal, la incertidumbre será menor que para aquellas en las que las que las acciones son varias y complejas y cuyo resultado es conocido tras un espacio temporal alto.

Lo dicho no hace más que remarcar la incertidumbre que supone la vida, la poca seguridad que realmente podemos tener acerca del futuro y de lo que este nos depara. Es claro que en acciones sencillas es fácil interpretar y acertar que ciertas cosas acontecerán; pero, conforme intentamos predecir cuestiones más complejas, solo nos queda aceptar que lo único que podemos controlar es lo que hacemos, nunca el resultado.

Autor: Juan Antonio Alonso