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DIFERENTES FORMAS DE ENTENDER LA MEDITACIÓN II.

En un artículo anterior se habló de dos maneras fundamentales de entender la meditación: una en la que esta es interpretada como ejercicio de la capacidad de racionalización y otra en la que esta se usa como un trabajo atencional que persigue acercarse a la mente y demás fenómenos de la realidad de un modo contemplativo. En el artículo presente, lo que se busca es señalar las diferencias entre otras dos formas diferentes de practicar la meditación que se  encuadraran dentro de la segunda manera de interpretarla; intentado  ir un poco más allá del primer artículo y, de esa manera,  ofrecer un panorama más completo del visionado general que aquí se hace de la práctica meditativa.

Cuando se medita, dentro de este segundo enfoque, puede hacerse mediante un tipo de meditación concentrativa en la que lo que se persigue es enfocar la atención en un concepto, sensación, imagen, sonido,… o, como suele ser muy habitual, algún proceso vital como la respiración; intentando que la atención quede absorbida por aquello en lo que esta está enfocada.  Pero también puede hacerse usando el proceso atencional como forma de observación de la mente, el cuerpo e incluso los elementos externos a estos (ruidos, temperatura, etc.) sin el objeto de modificar nada (Stahl y Golstein, 2010). Marcándose así dos formas diferentes de practicar la meditación que, aunque suelen complementarse, señalan procesos atencionales y objetivos diferentes.

Hanh (2012) nos describe a estas dos formas de usar la atención como concentración activa y selectiva; refiriéndose a la activa a aquella en la que se observa el cuerpo o la mente contemplativamente, sin enfocar la atención en nada concreto,  y con selectiva a aquella en la que toda la atención se enfoca en un objeto concreto. Otra forma de nombrar a la meditación concentrativa es como samadhi o meditación de la serenidad y a la meditación como observación  como vipassana o mindfulness.

El primer tipo de meditación, la concentrativa, nos permite entrenar la atención de forma que esta sea más efectiva en aquello en lo que esta se implica; pero, además, permite mejorar la capacidad de tener presencia en las diferentes tareas en las que nos implicamos de una manera que proporciona un alto bienestar. En concreto, nos ayuda a alcanzar el ya señalado en otro artículo estado de fluir. (Para conocer más sobre este estado se puede visitar el artículo Vivir En El Presente, en el que también se habla sobra el saborear nombrado a continuación).

El objetivo de la atención selectiva, vipassana o mindfulness es mejorar la capacidad para tener conciencia de todo lo que ocurre en la mente, el cuerpo y el exterior de este. Permitiendo, por un lado, saborear con mayor intensidad todas las cosas que ocurren en el momento presente en el que normalmente no solemos reparar por estar absortos en lo que ya ha sucedido (pasado) y lo que está por venir (futuro) (aquí es interesante visitar el artículo La Mente De Mono) y, por otro, nos ayuda a tomar conciencia del constante cambio en el que está sumido nuestro cuerpo y mente y, sobre todo, de las dificultades que generan en nosotros algunos fenómenos que ocurren en esta última: culpa, orgullo, deseo, soberbia, etc. permitiéndonos, por tanto, distanciarnos de todo eso y así tener la posibilidad de no vivir totalmente condicionados por dicho material mental.

 

Lista de referencias.

Hanh, T.N. (2012). En el corazón de las enseñanzas de buda. Barcelona. Oniro.

Stahl, B. Goldstein, E. (2010). Mindfulness Para Reducir El Estrés: Una Guía Práctica. Barcelona. Kairós.

 

Autor: Juan Antonio Alonso

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