Hoy día, la mayor parte psicólogos consideran que tener objetivos en la vida es, sin duda, uno de los elementos fundamentales para que cualquier persona alcance lo que llamamos felicidad o bienestar. Insistiendo algunos investigadores como Lyubomirsky (2008) en que, para que estos sirvan para dicho fin, deben cumplir una serie de condiciones.
La autora plantea, en primer lugar, que los objetivos deben de ser intrísecos. Dicho de otra manera, estos deben ser satisfactorios por sí mismos y ayudar al crecimiento personal y emocional de aquel que se los marca. Diferenciándose de los conocidos como extrínsecos, que nacen de lo que los demás desean par uno mismo y habitualmente se relacionan con motivos superficiales: acumular riqueza, estimular el ego, ser popular o atender a la presión de familiares o amigos.
Lo dicho no excluye que los objetivos extrínsecos sean útiles, estos lo serán en la medida en que sean usados como medio para acercarnos a los primeros; pero no como fin en sí mismos. Pongámonos como ejemplo una persona que se plantee como objetivo ganar mucho dinero para que esto le permita en un futuro dejar de trabajar y dedicarse a las actividades que realmente le hacen sentirse realizado, esto sería muy diferente a que lo hiciera por el simple hecho de acumular riqueza.
Otra característica que deben de cumplir los objetivos es que estos sean auténticos y, para ello, deben estar alienados con los intereses y valores fundamentales de una persona. Así, por ejemplo, si para alguien es importante el ser servicial a los demás y, además, el ser respetuoso y atento con las personas dependientes, es muy probable que este esté muy motivado cursando estudios relacionados con la atención sociosanitaria. Pero, para que sean auténticos no basta con que coincidan con los valores e intereses, sino que también es importante que encajen con la personalidad del que los busca. Siguiendo con el ejemplo anterior, una persona empática encajará mejor en una profesión relacionada con los estudios indicados que alguien frío y distante.
También nos señala la autora la importancia de que los objetivos sean de aproximación: que ayuden al que se implica en ellos a acercarse hacia algo deseado, en lugar de alejarse de algo indeseado. Así, no es lo mismo que alguien coma sano para sentirse mejor que para no engordar; siendo en el primer caso un objetivo más valioso que el segundo.
Se hace hincapié, además, en que los objetivos sean armoniosos o complementarios entre sí; ya que, en caso de perseguir metas contrapuestas, es muy probable que la persona acabe estresada y desanimada. Imaginemos, por ejemplo, el enorme esfuerzo y frustración que puede padecer alguien que persiga tener mayor tiempo libre para estar con los hijos y, a la vez, tener un negocio de hostelería dirigido por él mismo.
Una característica también remarcada es la de que los objetivos sean flexibles y adecuados; dicho de otra manera, que estos se adapten al momento y lugar. Siguiendo un ejemplo anterior, es posible que sea bastante adecuado para una persona plantearse tener un negocio propio que requiera mucha atención y energía en un momento de su vida en el que se encuentre con bastante tiempo y fortaleza física y mental; pero que, sin embargo, esto no sea lo mejor en una época en la que sus responsabilidades sean muchas o cuando su salud sea quebradiza.
Por último, la autora nos señala la importancia de que los objetivos sean de actividad en lugar de que se encaminen a cambiar circunstancias. Por ejemplo, mejorar la vivienda proporcionará menor bienestar que cambiar de trabajo, implicarse en actividades culturales, etc.
Lista De Referencias.
Lyubomirsky, S. (2008). La Ciencia De La Felicidad. Barcelona. Urano.
Autor: Juan Antonio Alonso
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