“Cuanto antes te decepciones con tus hijos mejor”.
El artículo que aquí presente no es otra cosa que la interpretación de esta frase que me hizo conocer un familiar que, a su vez, le había transmitido un compañero de trabajo. El motivo no es otro que el gran impacto que en mi tuvo por su sencillez y practicidad.
Es habitual que los padres nos creemos diferentes expectativas sobre cómo se comportarán y qué metas lograrán nuestros hijos. Es frecuente que dediquemos esfuerzo e ilusión en que estos caminen por la senda soñada y más común es que, tarde o temprano, estos no se ciñan a aquello imaginado.
Cuando los pensamientos acerca de lo que queremos que sean aquellos que tanto queremos son transmitidos a estos de manera que se les marque el camino a recorrer, difícilmente les permitiremos caminar por el suyo propio y, por lo tanto, casi inalcanzable les resultará alcanzar el bienestar por toda persona anhelado. Además, si estas expectativas ocupan un gran espacio en nuestra relación, es muy posible que pasemos más tiempo en estas que en lo realmente importante; dicho de otra manera, probablemente ocuparemos más horas y minutos planificando y diciendo a nuestros hijos lo que han de hacer que realmente disfrutando de los momentos que estamos con ellos.
Así, el decepcionarnos y darnos cuenta de que esas expectativas no serán cumplidas, aunque en principio doloroso, puede ser muy liberador. Esa decepción puede hacer que lo ideado para ellos se desvanezca, que se abra paso la aceptación de lo que son y de lo que pueden llegar a ser y que esta nos proporcione un tiempo y energía maravillosos para estar presentes en nuestra relación con ellos; para que dejemos de esforzarnos en que estos sigan la senda ideada y pasemos a saborear el camino que nos toca andar juntos y el que ellos van y nos van descubriendo.
Autor: Juan Antonio Alonso
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Mari Nieves (miércoles, 23 diciembre 2015 23:14)
muy muy cierto lo que dices. Muy buen articulo¡