Habitualmente tenemos asociado el término ansiedad con una sintomatología negativa; considerándose perjudicial y teniéndose por sinónimo de trastorno y malestar. algo que, por ejemplo, puede conducir a una persona a temer que ocurra algo malo por casi cada cosa que pueda pasarle cada día de su vida; llevándole incluso a la autoreclusión en casa, consecuencia de la gran tensión que le supone enfrentarse a todo ese gran número de cosas que teme puedan tener consecuencia catastróficas.
Sin embargo, la ansiedad también aparece en muchos otros momentos en los que esta no actúa de una manera tan perversa como la descrita. Así, los días antes de un examen, cita importante, actuación teatral, primer día de un nuevo trabajo, etc. es habitual que soportemos los síntomas de la ansiedad: preocupación por lo que pueda ocurrir en el momento esperado y, además, ciertos nervios o tensión corporal.
Para Barlow y Durand (2003) la ansiedad, en dosis moderadas, es beneficiosa para nosotros; nos activa y predispone nuestro cuerpo y mente para ofrecer un mejor rendimiento. Se podría decir que esta nos despierta y pone alerta ante los retos futuros que nos esperan; permitiéndonos prepararnos adecuadamente y, además, ofrecer en el momento oportuno el máximo de nuestra concentración, fuerza, agilidad, etc.
Lista de referencias.
Barlow, D y Durand, M. (2003). Psicopatología. Madrid. Thomson.
Autor: Juan Antonio Alonso
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