Son muchos los desasosiegos que padecemos los seres humanos; muchos de ellos, como no podría ser de otra manera, son expresados a diario en las sesiones de terapia que tienen lugar en los gabinetes de psicología. Uno de ellos nace de las respuestas que algunas personas encuentran a varias preguntas relacionadas entre sí: ¿Hay vida tras la muerte?, ¿qué tipo de vida es la que puede haber?, en consecuencia ¿cuál es el sentido de la vida?,…
Para los que la primera respuesta es la existencia de otra vida tras la muerte, ni esa ni las siguientes suponen gran dolor. Algunos de los que ven con claridad la inexistencia de cualquier otra cosa que no sea la desaparición tampoco parecen sufrir en exceso la cuestión. Sin embargo, en algunos de estos últimos, en especial en aquellos que añaden a la respuesta inicial una falta de sentido a esta existencia, sí puede aparecer una gran desesperanza ante el trágico destino al que todos los seres vivos estamos avocados; teniendo esta la capacidad para guiarlos hacia a un alejamiento de aquellos proyectos vitales que pierden su sentido ante la sinrazón del vivir que conlleva idea tan severa.
Desde la perspectiva del hombre postmoderno parece difícil sostener como verdad cualquiera de las posturas propuestas; abundando los que dejan la puerta abierta a cualquier posibilidad y teniendo a cualquiera de ellas como hipótesis solo resuelta en el momento del “juicio final”.
Esta última postura supone aceptar la incertidumbre que conlleva la propia existencia, aceptar que la gran herramienta del ser humano que es la razón no llega a todos los rincones del universo, aceptar que se puede convivir con ideas aparentemente opuestas sin decantación por ninguna de ellas, aceptar que el esfuerzo para todo ello es necesario ante la complejidad de las grandes preguntas de nuestra existencia y las respuestas que de ellas derivan.
Autor: Juan Antonio Alonso
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